domingo, febrero 04, 2007

Voces

Ahora -encima de todo lo que hemos venido soportando- resulta que es normalmente imposible que nos sentemos siquiera un rato a charlar con esa cosa que suele acompañarnos cuando estamos solos, o con amigos, o en el baño, esa cosa que -casi siempre- se acurruca con una circunspecta amabilidad contra la mesa o la barra del bar o se nos mete en la cama (casi nunca de prepo, porque el permiso es medio inconciente y efusivo) y que hasta el momento nadie a bautizado (por todo lo que sabemos, y por esa sarta de noticias que nos vienen llegando). Da bronca, porque uno ha crecido entre los pilares firmes del orden y un miedo que ha ido creciendo a medida que el misterio los sacudía, y que ahora ya se empieza a infiltrar hasta en la más estúpida reunión sin compromiso, o en la calle, o acá. Y todos nosotros, que ya nos habíamos acostumbrado al diálogo desinteresado con esa cosa que, cada tanto (a veces pasan meses y no viene…), se aparece con la misma cara de algo nunca visto que tienen esta clase indeterminada de seres, que no han venido ni de otro planeta ni mucho menos de éste, y cuya forma apenas alcanzamos a considerar entre dos vasos de cerveza o lo que fuera, muchas menos veces entre sueño y sueño, y en general apedreados por lo que creemos urgente y, sin embargo, sospechamos demasiado fugaz e inútil. Todos nosotros, decíamos, estamos ya bastante hartos de que, por razones que jamás se nos explica, ni falta que haría, se nos -sistemáticamente- achaque la responsabilidad de tener que lidiar con una -en apariencia- “justa” represión hacia estos entes que involuntariamente -o no- nos acompañan, nos hablan, nos estimulan y nos invitan efusivamente a cualquier éxodo repentino. De ningún modo, sin embargo -y por eso mismo es que ahora alzamos, confiados, este grito hondo y bestial-, dejaremos pisotearnos por el inoportunismo de metódicos procedimientos que nos descalifican, trivializan nuestras empañadas almas (al fin y al cabo como las de cualquiera), y fijan los parámetros de la inacción en detrimento de casuales encuentros, destinados únicamente a la supervivencia de nuestras trascendencia, el puro gusto de juntarnos, con ellos, a conversar de nuestros motivos, tomarnos aunque sea unos mates.
Free counter and web stats